viernes, 12 de agosto de 2011

El hombre que dibujó al mito



Uno repasa los títulos e impresionan: Bull Rocket, Rolo el Marciano Adoptivo, Joe Zonda (todos junto a Héctor Oesterheld); Slot Barr, Ministerio, El Instituto (junto a Ricardo Barreiro); Evaristo, Ana, Aguila negra, Historias tristes, Silly Symponies y varios etcéteras más, que no entrarían en esta nota.
Pero sin duda, Francisco Solano López, nacido en Buenos Aires en 1928, y fallecido hoy en su ciudad, ya se transformó en mito por la creación de El Eternauta, sobre guiones de HGO. Sin dudas, el personaje de aventuras más fascinante de la historia de la historieta argentina.
Como dice el editor Javier Doeyo, “es un clásico, porque hoy, a ciencuenta años, la odisea de Juan Salvo sigue despertando pasiones. La historia es la misma, excepcionalmente narrada, creativamente escrita y, en muchos casos, copiada hasta el cansancio. Con el valor de los buenos clásicos, no pierde vigencia y se pone más interesante día a día. Es un trabajo genial y por eso mismo se convirtió en lo que es: el sinónimo de historieta argentina”.
Decía el propio Solano sobre la creación del personaje que se publicó entre 1957 y 1959 en la revista Hora Cero Semanal: “Fue, además de una historia de ciencia ficción, una especie de ejercicio de anticipación de la entrega que el país iba a vivir décadas después. Creo que fue un acto casi inconsciente, tanto de parte de Héctor Oesterheld como de parte mía, en el contexto de los años ’50 (…) nosotros pensábamos – y queríamos – que las aventuras fueran vividas aquí en el país. Pero sabíamos, y quedó reflejado en esa ficción de Juan Salvo y sus amigos, que había países poderosos en el norte. Llegado el momento decidieron intervenir en el conflicto bombardeando la base alienígena y de paso, cañazo… la bomba atómica la tiraron sobre Buenos Aires. Querían hacer mierda a los extraterrestres pero hicieron mierda a toda la ciudad también. Era una forma de decir nosotros estamos acá, somos la Argentina, pero si nos tienen que dar un mazazo nos lo van a dar y a nadie se le va a mover un pelo. Eso es lo que le impresiona al lector de cuarenta años después, lo lee y dice ‘puta, es verdad’. Pero estaba, yo pienso, como en el inconsciente colectivo, en el nuestro y en el de los demás”.
Personalmente creo que alguien como Solano López no puede haber muerto. Y tal como el personaje mitológico que dibujó, se dedica a partir de hoy a recorrer incansablemente la eternidad.








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