viernes, 13 de noviembre de 2009

Entre Angelina y Santino




Mucho se habló en los últimos tiempos de pobreza e indigencia. El debate tuvo idas y vueltas, incluso algunos voceros desafortunados. Su punto cúlmine pareció ser el desprecio de algunos por las organizaciones sociales y el anuncio de la Presidenta de una asignación universal por hijo. Sin embargo, las palabras y las manifestaciones siguen yendo y viniendo… Trascartón, la polémica por la "ola de inseguridad".
Como digo, se habló mucho de pobreza y de indigencia, pero no tanto de desigualdad. Esa desigualdad que cuesta tanto revertir porque es intrínseca al sistema. Incluso hay algunos que la defienden en nombre de la libertad de elección.
Esa desigualdad no es sólo privativa de la Argentina. A propósito, leyendo el excelente libro “Gomorra”, de Roberto Saviano, me encuentro con un capítulo en el que se narra la experiencia de un humilde obrero textil que un día se desayuna que esa prenda tan especial que él había compuesto en las afueras de Nápoles lo estaba luciendo la hermosa Angelina Jolie en la pasarela roja previa a una entrega de los premios Oscar.
“Pasquale estaba rabioso, pero era una rabia imposible de exteriorizar. Sin embargo, la satisfacción es un derecho; si existe un mérito, debe ser reconocido. Sentía en lo más hondo, en alguna parte del hígado o del estómago, que había hecho un trabajo excepcional y quería poder decirlo. Sabía que merecía otra cosa. Pero no le habían dicho nada. Se había enterado por casualidad, por error. Una rabia estéril, que nace cargada de razones con las que no se puede hacer nada. No podría decírselo a nadie. Ni siquiera susurrarlo delante del periódico del día siguiente. No podía decir: ‘Ese traje lo he hecho yo’. Nadie creería una cosa semejante. La noche de los Oscar, Angelina Jolie lleva un traje hecho en Arzano por Pasquale. Los dos extremos. Millones de dólares y seiscientos euros al mes. Cuando todo lo que es posible se ha hecho, cuando talento, habilidad, maestría y tesón se funden en una acción, en una praxis, cuando todo eso no sirve para cambiar nada, entonces entran ganas de tumbarse boca abajo sobre la nada, en la nada. Desaparecer lentamente, dejar pasar los minutos, hundirse en ellos como si fueran arenas movedizas. Dejar de hacer todo. Y tratar de respirar. Nada más. Total, nada puede cambiar las condiciones: ni siquiera hacer un traje para que Angelina Jolie lo luzca la noche de los Oscar”.
Algo por el estilo, aunque sin el mismo talento, quise expresar en una nota que escribí por ahí hace algunos años.
Todo esto me hizo recordar la charla que tuve con mi hijo Santino, de 8 años, el otro día. Caminando hacia la escuela del barrio, de pronto me interroga:
-Papá, ¿no es cierto que si todo estuviera más tranquilo, viviríamos mejor?
-¿Cómo más tranquilo…? – pregunté a la vez yo, sin saber hacia donde apuntaban sus pensamientos.
-Claro, más tranquilo: si hubiera menos robos, menos ladrones, más policías…
Una luz roja de alerta se prendió en mi interior.
-Sí, puede ser… Pero que haya menos ladrones no tiene que ver con que haya más policías. Tiene que ver con que no haya algunos que ganan tanto y otros que ganan tan poco… ¿No te parece?
-Aaahhh, claro… (Pensó un instante mientras cruzábamos de la mano Nazca a la altura de Cabezón). Entonces, si todos ganáramos “intermedio”, todos viviríamos más tranquilos – concluyó satisfecho.
No me quedó más que asentir con la cabeza. Es que es mucho más sencillo razonar con los pibes que con algunos adultos.

1 comentario:

  1. Recuerdo haber sido muy niño y decirle a mi viejo caminando por Av Rivadavia a la altura de primera junta "Si no hubiera plata se acabarían todos los problemas".
    Cuendo quiero imaginar tu cara al escuchar el comentario de Santino recuerdo la d mi viejo.
    ¿Y se ponemos a los pibes a gobernar?

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